domingo, 9 de diciembre de 2012

EL TORO POMPEYO POR DRA.MIREILLE ESCALANTE DIMAS


DOMINGO, 9 DE DICIEMBRE DE 2012



En la “Tierra linda de Guaymoco” (1)  en  diciembre  1947,  celebrándose  las fiestas patronales  en  honor a SANTA TERESA DE AVILA, de la Orden de las Carmelitas, se escuchaba en los atardeceres de los días jueves y domingos, en el kiosko del parque la música de la Orquesta Municipal,  -la Banda de Guerra-; y  muy de vez en cuando surcaban  por el aire las varas de cohetes, con estallidos estruendosos en el cielo.
Subiendo por la empinada calle, justo a media cuesta,  para llegar a la población, se apreciaba como todo un espectáculo brindado por la madre naturaleza  al Volcán de Izalco, conocido por los marineros navegantes  del Oceano Pacifico como el “Faro de Centroamerica”, por su continua  erupción de lava,  visible en el día,  como humareda gris saliendo del boqueron, y  por la noche, una candente serpiente de fuego que terminaba en la falda del mismo volcán.
 Las  calles estrechas, algunas  cubiertas  por rocas pachas, pequeñas, y  uniformes; y otras, polvorientas, tenían frente a  las casas  de bahareque,  pintadas de  cal, y a las orillas de sus aceras estaban  plantados Maquilishuats,  Cortez blancos  y amarillos, árboles de fuego, y otros. Donde no habían  árboles, se encontraban unos postes de madera sembrados; en ellos  se amarraban  las bestias de carga y caballar. Sus pobladores, hombres con trajes blancos de manta, usaban sombreros  pálidos  amarillos y desteñidos  de palma; las  mujeres de vestidos largos de seda multicolor, adornados  con encajes blancos,  transitaban por esas calles.. Abundaban (2) las carretas haladas por la yunta bueyes, las mulas, los burros, caballos y yeguas.
 En esa época del año,  el clima era fresco,  y muy de vez en cuando soplaban  ráfagas de viento, se  levantaban en medio de las calles,  pequeños torbellinos de tierra. Decían  que era cuando llegaba a bailar el diablo.
 La diversión era muy limitada;se reducia a las tertulias del parque donde se llevaban a cabo transacciones comerciales, y era además un punto de recreo donde el tiempo transcurría sin novedad alguna, bajo las sombras de los arboles milenarios, y frondosos estaban las comodas bancas de cemento. Por sus rumbos cardinales se respiraba paz y tranquilidad,  bueno ni siquiera habían defunciones, raramente  moría  la gente;  se desconocía totalmente la delincuencia; no existía la violencia - ni siquiera la “intra-familiar”,  y es más, ni siquiera se hablaba de  los derechos humanos.
 La Chabelita,  pequeña de estatura,  con ansias de vivir arrebatadamente, de blanca tez, cuerpo esbelto y andar cadencioso, entrada  a veinte años, lucía el cabello  ondulado, largo,  negro y brillante, de ojos almendrados color café, sin padre conocido, coqueta de nacimiento, invitó ese día  al joven  Moncho,  a una merienda.vespertina que ella  prepararía.  Este, también joven, de la misma edad, pero fornido y  más alto que ella, trigueño, de facciones pipiles, de ojos rasgados, vestía  pantalón y camisa, impecablemente blancas, de manta planchados y almidonados, y sin faltar su sombrero de palma, ni corto ni perezoso acepto la invitación.
Temprano –en horas de la tarde,, ambos enfilaron hacia la campiña.  La Chabelita iba cargando la cesta de mimbre con elotes cocidos,(3)  riguas  tortas de elote, yuca salcochada con (4) chicharrones y pepescas saladas; Moncho, llevaba en una jarra de barro cocido, el refresco de (5) “agua dulce”.
  Caminaron solo  medio  kilometro, pasando frente al cementerio del pueblo, pues  se acortaba el trayecto para llegar  al Cantón Tres Ceibas, lugar famoso por sus enormes haciendas, pobladas por árboles y montañas silvestres;  efectivamente ahí estaba la propiedad  de la niña Nena Sol llamada “Las Tres Ceibas”,  la Hacienda “Puerto Arturo” de don Ernesto Guirola, la Hacienda Copapayo de la familia Regalado-Dueñas,  la “Haciendita” del Abogado eminente, Dr. Mario Luis Velasco, y de  menor extensión “La Finca Buenos Aires”, del Coronel Felix Suncín.  En todos esos lugares, existía ganado vacuno y caballar;  por supuesto,  habían extensos cafetales donde existía como unica variedad, el café Borbón; habían sembrados  árboles frutales como paternos, marañones, zapotes, mangos, jocotes de corona,  mandarinas; especialmente, se había destinado un par de manzanas de tierra, donde se cultivaban naranjos de la especie Victoria- ésta,  reconocida por ser  la mas exquisita y dulce de las  naranjas..

La Chabelita y Moncho, asi com todo mundo, sabían  que en el naranjal,reinaba la  tranquilidad,  y lo mejor que era un lugar plácido y solitario, donde el aroma de la flor de azahar impregnaba el ambiente.  
 Nadie, pero nadie, se atrevía a llegar ahí, el único que se  asomaba diariamente,  y éso  que a las seis de la tarde,  era solo el campisto montado en su caballo andador  peruano, de color café rojizo, precisamente para llevarse a dormir al toro que cuidaba los naranjales.
Se trataba del toro Pompeyo -un toro negro de regular tamaño, fornido y bravo, como  un toro de lidia, que muy oriundo   como si fuera todo un gitano señorón, se pavoneaba de un lugar a otro  vigilando el naranjal. Su fama inmensa había alcanzado hasta la población de Armenia, -el Toro Pompeyo, tenía sus cuernos admirables porque además de ser enormes y afilados  estaban revestidas sus puntas con  acero.  Unos,. decían que era para protegerle  al toro, sus cuernos, y pero otros,  expresaban que los cuernos del toro Pompeyo, tenían el picudo  acero en los (6) “cachos”, para infundir respeto, temor y así alejar a los roba-naranjales. Sin embargo, el toro Pompeyo, sin el artefacto cónico de acero, estaba capacitado para matar únicamente con sus cuernos naturales.
Pero  la Chabelita y Moncho, anhelando estar a solas, para conversar, disfrutar de la merienda, de la exquisita bebida, y sin estar escondiéndose para amarse, se abalanzaron al otro lado del alambre de púas, justo en el territorio del toro Pompeyo; buscaron una sombra  refrescante para acomodarse bajo un árbol frondoso  de naranja..
Despues de la deliciosa merienda, Moncho se le acercó  a la Chabelita, primero acariciándole  el pelo azabache, y dándole  besos en la mejilla y en las manos… Ella no opuso resistencia, le encantaban  los mimos. Se recostaron tendidos sobre la tierra cubierta de hojas secas, y pasados unos minutos, la Chabelita se encontraba  suspirando y gimiendo de satisfacción, y  Moncho, muy viril, pero  exhausto. Me viene a la memoria, para describir la escena de amor, la estrofa de Lorca,(7) que dice:  “…….corri el mejor de los caminos, montado en potra de nacar sin bridas y sin estribos “.
Descansando y recostados en el suelo,escucharon en medio del silencio,un  (2) galope  en la tierra; rápidamente se incorporaron, y vieron a lo lejos, al toro Pompeyo a todo tropel, corriendo hacia la dirección donde ellos estaban descansando. .Sin pensarlo,  tuvieron que correr para salvar sus vidas. La Chabelita  dejó olvidada la cesta vacía, y Moncho, la jarra de barro; saltaron sobre el cerco de púas, para ponerse  a salvo del fiero animal. Huyeron asustados por  el toro Pompeyo, pero como éste estaba amaestrado, no saltó  el cerco,  sabía que el limite de  vigilancia de su territorio llegaba hasta  lo cercado. Nada más, ,el toro Pompeyo, muy ufano, rascó la tierra varias veces, para demostrar que había triunfado sobre los intrusos del naranjal, y se dió la media vuelta para continuar patrullando el natanjal,  dirigiéndose hacia el rumbo opuesto.

LLLAMADAS:
(1) Titulo dado a la ciudad de Armenia, Departamento de Sonsonate, El Salvador,  por Sr.Edgardo Posada de AURA
(2) transporte común de carga elaborado por un cajón  madera, inclusive hasta las llantas, tirado  por un par de bueyes, y guiado al frente por el boyero  que los dirigía con una vara rolliza  de madera, que terminaba en punta..
 (3)Platillos típicos del campo. Las riguas y tortas de elote, son elaboradas por el maíz tierno- llamado elote.
(4)chicharrones y pepescas- gordura del cerdo, y pescaditos tostados en comal
(5)bebida de origen pipil, elaborada de la piña y unos granos de maíz, dulce de panela y agua en abundancia;  la fruta  debidamente fermentada, de origen pipil..
(6) también asi le llaman a los cuernos del toro
(7)Estrofa del poema LA CASADA INFIEL, de Federico Garcia Lorca

sábado, 24 de noviembre de 2012

EL SECRETO DE UN ESPANTO
Por Dra.Mireille Escalante Dimas

 Dado a que fui hija “unica”, siempre tuve preferencias hacia mi persona. Mi infancia hubiera podido se común y corriente a la de cualquiera otra niña… pero ahora que soy adulta me doy cuenta que también mi familia era practicamente anormal.y fuera de serie.

 Mi abuelita Ercilia, una señora entrada en años, debido a que como yo tenía quizá unos cuatro años, la veía a ella muy pero muy anciana y con todas las enfermedades y pestes milenarias que le ajudicaban. Yo escuchaba a los mayores comentar “Dicen que pronto se va morir la Niña Chilita, que no pasa de este mes”.

Así que un buen día de verano, de clima cálido y el jardín vestido de coloridas flores, en la casa vieja y solariega del entonces mi querido pueblo de Armenia, del Departamento de Sonsonate, al despertarme, me encontré en el amplio y luengo corredor juasto al final de la sala, un flamante ataúd.

Yo, ni siquiera sabía de qué se trataba ese cajón de madera pintado color oro, y por supuesto ignoraba para que servía. El caso es que cuando los niños vecinos de la casa de mi abuelita llegan a jugar conmigo escondelero, y éstos se encontraban frente a frente con el ataúd, salían corriendo, y no los volvía a ver jamás… Me quedé sin amiguitos. Pero yo no me daba por vencida tan facil, jugaba y platicaba a solas; a mi me gustaba correr alrededor del ataúd… y si jamás me subí a dormir adentro de él fue porque estaba montado sobre un caballete de madera y era demasiado alto para mí, e imposible alcanzarlo, además la tapadera pesaba mucho y no podía destaparlo.

 Al año de estar ese ataúd –bajo techo- pero a la intemperie porque en el invierno azotaban las aguas lluvias adentro del corredor, y el ataúd sin estar cubierto, la pintura se iba descascarando y desgastando, que decidieron las hijas de la Niña Chilita,- mi madre Lolita y mi tía Amanda- que deberían protegerlo y guardarlo en un cuarto amplio y oscuro.

 Desde ese día y con el correr de los meses, comenzó el rumor de que el cuarto donde se resguardaba el ataúd, estaba embrujado; solo se oía el comentario, pero nadie tomaba iniciativa en averiguar de donde provenían los ruidos y espantos… Como yo no conocía el miedo, una de las tantas madrugadas, con el velo nocturno aún, me desperté y me acerqué al famosos cuarto, y constaté que efectivamente si se oían ruidos extraños, gemidos y suspiros.

Alcance a ver que en el suelo, sobre el ladrillo la silueta de mi niñera, la Tanchito- una jacarondosa quinceañera, abrazada con Chepe Mingo, el joven corralero que llegaba diariamente a dejar los botellones de leche. a eso de las tres o cuatro de la mañana en la yegua Centella, la cual era de pura raza peruana, y se le distinguia su casta y abolengo porque tenia un ojo azul y el otro, café,

 Yo, callé el secreto, y como de todos modos, desconocía lo que era el amor apasionado, nunca más volví a levantarme a curiosear… Así pasaron muchos años, pero muchos años, hasta que un dia decidieron tirar al fuego de la cocina, la madera podrida del ataúd; pues la abuelita Chilita vivió para mí, otros cien años.